viernes, 23 de agosto de 2013

EL INSTINTO AUTOLÍTICO DE LAS POLILLAS

He observado una pauta de comportamiento que he venido a denominar el SÍNDROME POLILLA. Recibe este nombre por el parecido con la conducta de dicho insecto.

La polilla (lepidóptero nocturno para los entendidos), se siente irrefrenablemente atraída por cualquier fuente de luz. En la analogía humana de trata de un estímulo atrayente para el individuo en concreto, por causas diferentes en cada sujeto (puede ser en nuestro caso tanto un estímulo material como intangible).

La polilla, en su intento de alcanzar la luz, describe una especie de "ochos" deformados, sin aparente punto de referencia, de tamaños diferentes y recorridos dispares, que hacen difícilmente predecible la siguiente trayectoria. La especie humana parece comportarse de forma similar en su afán por lograr su objetivo: en lugar de examinar con perspectiva la situación, las posibilidades, sus habilidades, qué debería mejorar, qué estrategias de acercamiento emplear... directamente se dirige sin previa planificación y escaso control hacia aquello que pretende. Esto lleva (aay!!) (era un suspiro) a una serie de comportamientos que, lejos de situarle en cada "paso" más cerca de su objetivo, es igualmente impredecible el resultado de la conducta arbitraria y en ocasiones estúpida que lleva a cabo.
Dice la bombilla: "Venid a mí", y responde la polilla: "Voy, estoy yendo"


Este tipo de mariposa, junto con el resto de su taxonomía, representa el segundo orden con más especies entre los insectos. Por su abundancia, el humano con este síndrome (cuya cuantía aumenta a pasos agigantados), también se asemeja.

Es fácil conocer o advertir la presencia del insecto. Sin ni siquiera verlo, hace un ruido muy característico. Es suficiente con mantenerse en relativo silencio para comenzar a escuchar "golpeteos" poco espaciados en el tiempo contra paredes y mobiliario. Es el INSTINTO AUTOLÍTICO, AUTODESTRUCTOR Y SUICIDA DE LA POLILLA. La luz no emana de las superficies contra las que choca, y aún así, CHOCA, va hacia ellas con el mismo ímpetu que hacia su adorada fuente luminosa.
Y nosotros, humanitos hiperevolucionados... Es común en esta nuestra especie malgastar recursos (energía, tiempo, pensamiento, dinero, palabras, lágrimas...) en quehaceres, ideas o personas que nada tienen que ver con lo que deseamos alcanzar y que, lejos de suponer un apoyo, son manifiestamente obstáculos.

A pesar de todas las semejanzas que caracterizan la conducta de la polilla y la nuestra, contamos con una ventaja:
LA CAPACIDAD DE APRENDIZAJE

Así como el pobre bicho no podrá comportarse sino como viene haciéndolo por instinto, nosotros podemos manejar nuestra conducta.

¡¡¡Dejemos de hacer el polilla!!!

PD: Ventaja de ambas especies: la resistencia. Eso debemos mantenerlo.

Se despide atentamente, Rosa A Capelo, polilla a ratitos, pero que ya ha dado el primer paso: reconocerlo.

1 comentario:

  1. Interesante post. Una buena manera de abordar un comportamiento tan habitual como triste de nuestra realidad. Todo aquel que no se sienta aludido es porque o no es sincero o tiene muy mala memoria.

    Sinceramente, este tipo de entradas son mucho mejores que otras más sesudas e innecesariamente enrevesadas. Aunque esto último también es sólo una crítica/opinión!

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